Es muy frecuente que a un servidor, Miguel Guerrero, lo confundan con el Hombre Cohete, pero es solo porque represento a la editorial en aquellas cuestiones que necesitan de un trato directo y personal con los autores y, ocasionalmente, con el impresor, y poco más. Digamos que soy, en nuestra zona, la cara visible de la editorial. Yo no conozco personalmente a Hombre Cohete, todas nuestras comunicaciones se han establecido, desde el inicio de la actividad editorial, allá en los principios de 2012, de forma telemática. El señor Cohete, en estos casos, es muy directo y práctico, sus mensajes son escuetos y funcionales, tiene la virtud, tan escasa según mi experiencia personal, de informar sin enredar; sus datos, peticiones, sugerencias u “órdenes” son concisas, breves y eficientes en grado superlativo, que hacen que el trabajo que me corresponde sea muy placentero.
Los
mensajes que de él recibo, pese a que su lengua materna sea el alemán, están
escritos en un impecable y envidiable castellano. Es posible que alguien le
ayude en estas tareas de redacción de comunicados. Junto a él, que ocupa las
funciones de Editor Jefe, está Leónidas Tchitcherine, que se encarga del
trabajo propio del Redactor Jefe, y completa la plantilla Ricky Squalidozzi,
responsable del Diseño Gráfico y Comunicados. Con ellos también siempre una
comunicación a través de las redes.
Se dice, se rumorea, que el Hombre
Cohete vive apartado en algún lugar dentro del término municipal de Castellar
de la Frontera; que es de procedencia alemana, nacido en Peenemunde y que
trabajó siendo muy joven a las órdenes de Werhern von Braun, el diseñador
aeroespacial de los cohetes V-1, V-2 y también del cohete Saturno V. Lo que
puede hacernos pensar que tiene una formación científica que ha derivado con
los años, y ya en su madurez, hacia intereses literarios. No en vano, su
seudónimo “Hombre Cohete” está sacado de la novela de Thomas Pynchon “El arco
iris de gravedad”, en la que el personaje Tyrone Slothrop es llamado así en varias ocasiones.
No me sentí nada bien cuando tuve estos datos
sobre Hombre Cohete en mi poder, porque lo primero que pensé era que se trataba
del típico nazi cabrón refugiado en un país propicio y acogedor para esos fines
como lo era este en tiempos del dictador. Descubrí, después de mucho preguntar,
que el joven ayudante del ayudante del segundo de von Braun, mientras trabajaba
en la segunda fase del cohete, los V-2, se opuso, quizá demasiado
vehementemente, a la utilización de un nuevo aislante llamado Imipolex G. Según
entendió nuestro hombre, este polímero serviría para insonorizar la trayectoria
del misil, de manera que eliminaba el característico sonido que producían los
V-1 antes de estallar, lo que daba al enemigo cierto margen de maniobra para
escapar al terrible y mortal impacto. Con este aislante llamado Imipolex G esa
característica sonora, que el joven ayudante concebía como juego limpio aun en
la maldad de la guerra, quedaba eliminada. Los cohetes V-2 caían sobre Londres
matando a civiles que ni siquiera sabrían nunca qué había causado su muerte,
tras el silencioso impacto. Las cosas se pusieron tan feas tras sus airadas
disputas en contra del aislante que nuestro Hombre Cohete tuvo que huir tras
ser señalado. Después de deambular algunos años no se sabe por dónde, recaló a principios
de los sesenta en Nueva York, más tarde llegó a California y allí, en un hotel
de Sunset Boulevard, The Modern Inn, conoció a Pynchon que empezaba a trabajar
o a pensar en su novela más ambiciosa y quizá la más importante obra literaria
de la segunda mitad del siglo xx. Como saben, “El arco iris de gravedad” da
comienzo con el insistente bombardeo sobre Londres, mencionándose con profusión
detalles de los misiles alemanes y la relación tan extraña o especial que
algunos de sus protagonistas, como el propio Slothrop o Geoffrey Pirate Prentice,
contraen con ellos. Es bastante posible que la información, a menos en parte,
sobre los misiles la obtuviera Pynchon de boca de nuestro futuro Editor, y la
elección de su apodo y el nombre de la editorial, un homenaje a la obra del
escritor neoyorkino. El Imipolex G, cuando ya parecía olvidado y una anécdota
menor en su biografía, lo ha perseguido hasta su vejez. Me explico: Un mal
funcionamiento de su sistema urológico, llamémosle así, ha obligado al Editor, según
prescripción médica, a llevar una sonda urinaria. Desde la primera que le
pusieron su organismo las rechazó una tras otra: una virulenta alergia infecta
o incomoda hasta la desesperación todo el tramo de uretra que está en contacto
con la sonda. La mayoría de estas sondas llevan en su composición un porcentaje
alto o medio de Imipolex G, a lo que el Hombre Cohete es altamente refractario.
Después de muchas elucubraciones y búsqueda de alternativas, se le ocurrió
mirar la composición de las sondas y en la descripción que al dorso del envase
de una de ellas venía pudo ver el alto porcentaje del aislante que contenían.
Se puso remedio, en parte, administrándosele sondas exentas del Imipolex G en
su composición.
Antes
de la Editorial, el Hombre Cohete se significó en las redes con un blog llamado
Nuestro Funeral (http://nuestrofuneral.blogspot.com/),
quizá el lugar o sitio en el que podamos extraer más y mejor información de la
medida “intelectual” o el espacio cultural que transita nuestro personaje. Se
presenta la publicación a modo de primera plana de un periódico convencional,
mostrando en ella artículos, reseñas, fotografías, enlaces de interés, etc. Fue
a través de ese blog, del quedé maravillado y aún lo sigo, que tuve contacto
por primera vez con el mundo cultural de Hombre Cohete. Debí caerle simpático o
me consideró afín a sus maneras de entender la literatura o el arte (siempre
con minúsculas (el Hombre Cohete esquiva a los culturetas, a aquellos que hacen
ostentosa exhibición de su conocimiento, a los que van de artistas e
intelectuales en general), en esto mi coincidencia con él es absoluta) o cosas
parecidas. Para iniciar su proyecto editorial me pidió que le mandara algún
texto mío, que lo miraría con la posibilidad de edición si entraba dentro de lo
que él considera publicable en sus Ediciones del Hombre Cohete, que así sería
al fin el nombre de su editorial. Y le mandé “Pruebas de lo equivocados que
estamos siempre” (2014), un libro de relatos que empieza con uno de una línea y
acaba con otro que es una novela corta, que recién había terminado. Al Hombre
Cohete le gustó mi libro, él siempre me dice que mucho, y fue el primero en
publicarse en papel, ya que anteriormente había publicado virtualmente otros
textos (entre ellos “Lisístrata y las otras músicas” de el ocio del suicida; “Todo importa un pimiento” de Juanjo Trujillo,
una fotohistoria alucinante; una primera versión de “El príncipe rana” de
Marcelino Díaz, y algo más que no recuerdo, y se llamaba, efectivamente,
Ediciones Virtuales del Hombre Cohete; algunos de estos textos todavía
disponibles para bajar en archivo PDF en la página oficial de la editorial. A
“Pruebas…” siguieron los poemas de Juan Corrales, “Diario de un ripiomante” (2016),
“contundente y satinado como el chasquido de un látigo”, dijo de él Manuel
Barros, su prologuista. Meses más tarde apareció “La temperatura” (2016), del
que esto escribe, de nuevo; “Los hibernados y otros cuentos” (2017) fue el
siguiente, del exquisito escritor linense Manuel Barros, con una portada de
Pistoles Plata a la altura de los más que magníficos relatos; volvió la
editorial a pedirme otro texto para su publicación, y mandé “Pájaro fúnebre”,
(2070); dos años después de la aparición de este libro, en este año cóvico, ha
sido publicado en papel la versión definitiva de “El príncipe rana” (2020), de
Marcelino Díaz, una novela rosa o romántica, como dice Luke Branded: “con un
estilo internacional, aseado, práctico y objetivo, casi perfecto”. Hasta ahora
este es el catálogo, ya hay preparado al menos dos textos más para su próxima
publicación. Sobra decir que estén atentos ustedes a su pantalla, si quieren
saber más sobre nuestro personaje y sus actividades editoriales.
Algunas
otras cosas sobre el Hombre Cohete sé. Su exposición requiere tiempo y espacio,
y sobre todo ganas de hacerlo por mi parte. Es cierto que cada día que pasa me
entero de algo nuevo, a veces chorradas sobre manías como o parecidas a las que
tenemos todos, también, hay que decirlo, de vez en cuando descubro un dato más
que interesante. El Hombre Cohete es un tipo singular, si quieren saber cosas
de él creo que acudir a sus pocos escritos y sobre todo leer con atención su
Nuestro Funeral, y también su Editorial dice cosas sustanciales de él.
edicionesdelhombrecohete.blogspot.com
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